Ert, la historia (3)

La era de la magia

A partir de aquí, la mayor información se refiere a los Selthanion, de quienes poseemos información directa. Estas razas se dispersaron por las tierras que conocían. Así, los Dweloin que desde el principio adoraron las piedras, encontraron acomodo entre las inmensas e inaccesibles montañas del interior de Ert; los Selion buscaron un hogar entre las tierras salvajes y despobladas, los desiertos y las junglas, las tundras y glaciares, adaptándose a ellas, como lo hacían antes del cambio.

Los Huroin se internaron en bosques y montañas, buscando la paz; los Melion buscaron tierras aprovechables e intentaron dominar la naturaleza para sus necesidades, pues de todos los Selthanion, eran los que más habían luchado por los poderes de Ley.

De los Hetnon poco se supo. Se perdieron en el Oeste, se sepultaron en las selvas y páramos montañosos de estas lejanas tierras. Allí medraron y se convirtieron en la más antigua civilización que se conoce entre los Nacidos. El Reino Kaelon, se ocupó de aprender del salvaje poder de las junglas y sus criaturas, mientras que los Vloenon ocuparon pantanos y crearon sus ciudades entre las oscuras aguas, donde negociaron con venenos y patrañas.

Los Henon habitaron las entrañas de la tierra y los valles más profundos, allí donde todo era oscuridad y nada ni nadie podría observarles mientras pensaban en su futuro. Los Thalasckare ocuparon de nuevo la Torre del Poder, encabezados por los Poderes del Caos supervivientes, desde donde comenzaron a preparar su venganza contra los Selthanion.

Magia, al ver que los Alq’Illum se adaptaban al mundo con facilidad gracias a sus dones, se paseó entre el resto de los Nacidos. Donde Caos era pasión y energía descontrolada, Ley era control y estabilidad absoluta, y Magia era sentimiento y bondad, y viendo que los Nacidos se encontraban solos y perdidos en la creación, sintió lástima por ellos. Al mirar a los cielos, Magia vio a sus hermanos enfrascados en una cruenta e interminable batalla, la Guerra Eterna, olvidados de sus creaciones y desatendidos de su destino. Los Khel y Khoel, enfrascados en la misma batalla, tampoco prestaban mucha atención a los que antes habían enseñado y aconsejado. Por esto, Magia comenzó a pensar cómo podría ayudar a los Nacidos.

Después de mucho meditar, decidió concederles su mayor poder. Ley había dotado a los Nacidos de forma controlada, Caos de materia y poder, y ella sólo les había dado sentimientos, así pues, ahora les dotaría de sus dones.

Magia se presentó en un bosque tranquilo ante uno de los Nacidos bajo la apariencia de una niña de brillantes cabellos negros y profundos ojos verdes llamada Themalina. El Nacido, de nombre Osec, contempló maravillado su belleza, e inmediatamente quedó prendado. Al acercarse a ella vio con asombro como esta se desplazaba entre los árboles flotando sobre el suelo y hablando a los animales. Osec preguntó admirado cómo era capaz de hacerlo. Sonriendo, Themalina le señaló un inmenso volumen encuadernado en madera y escrito en la antigua lengua de los Seres, que hablaba de la magia y sus dones. Ella le explicó que la Magia era un don que permitía a los Nacidos utilizar sus aspectos de Ley y Caos para afectar a la creación a su voluntad.

Osec preguntó si podría leerlo, a lo que Themalina contestó que sí, pero que debería cumplir con dos condiciones: la primera de ellas, consistía en que una vez hubiera terminado de leerlo debía cederlo a otra persona para que también pudiera leerlo, y así sucesivamente; y la segunda era que si lo leía, nunca tendría acceso a los poderes que concedían los Khel o Khoel, pues suficiente era el poder de Magia, y si leía el volumen, debería amarla para poder realizar sus dones. Osec nunca debatió las razones de estas condiciones, aunque si las debatía en su interior.

Por fin, le preguntó intrigado si podría luchar, a lo que Themalina respondió que sí, pero que entonces no podría comprender en profundidad el libro y sólo dominaría unos pocos aspectos de la magia, ya que su estudio era difícil y complicado. Después de pensar un poco más preguntó si debería abandonar su lado de Ley o de Caos para poder estudiar la magia. Sonriendo de nuevo, Themalina contestó que no debería ser así, pues necesitarían de ambos para poder dominar los dones que aprendieran. Tras pensarlo mucho tiempo, Osec aceptó las condiciones y tomó el libro.

La magia comenzó a difundirse por Ert.

Los años pasaron y se convirtieron en siglos, y los siglos en milenios, y poco a poco la magia se divulgaba por todas las tierras. Todas las razas aceptaron las premisas de Themalina y la magia hizo prosperar a las naciones. En el este nació Aetán, la primera y más grande ciudad Melion, donde los Dweloin crearon sus forjas y los Huroin comenzaron a crear sus árboles hogar.

Alrededor de la Torre del Poder nació la ciudad de Ninchia y los Thalasckare crearon su primera ciudad, oscura y opresiva. Los Nuimbranos establecieron sus asentamientos a las órdenes de caudillos guerreros, del mismo modo que los Sylaen, dedicando su vida a guerrear entre ellos.

Magia observó el uso de sus dones, y se preocupó por el uso de los mismos que hacían algunos de ellos. Finalmente decidió, que al igual que sus hermanos, debía tener sus propios hijos. Magia no tenía el poder de Caos ni el control de Ley, no podía crear algo de la nada, por lo que tuvo que adaptar su magia a la creación. Cogió con sus manos parte de sí misma y la modeló para que tomase la forma de las diferentes partes de la naturaleza. Y así nacieron los Dragones.

Los Dragones nacieron del fuego, del agua, de la tierra y el aire, de la vida y la mente, del tiempo y la energía; tomaron su cuerpo de la creación mientras que su espíritu y su corazón provenían de Magia. Eran, son y serán los mejores magos que jamás existirán.

Magia reunió a los Dragones y les encomendó su misión en la creación: se encargarían de vigilar a los Nacidos para que ninguno de ellos creciese tanto en poder que amenazara con destruir la creación. Una vez realizado esto, Magia se retiró de Ert a descansar.

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